viernes, 1 de marzo de 2013

DAGMAR (1985)


Dagmar tenía dieciséis años
y era una niña,
lo sé aunque nunca haya visto
sus ojos tensos y asombrados,
su pelo erectándose al peligro,
sus ideas avanzando.
Lo sé, era una niña,
porque sólo una niña
pudo concebir tanto valor,
tanta fuerza, tanto entusiasmo
que la llevaran
a decirle “no”
a esos hombres
de sonrisa cínica
y botas brillando;
porque sólo la inocencia
de una niña
pudo ponerle alas al quebranto
y gestar himnos nimbados
de esperanza,
y soñar una patria de cielo limpio
sin secretos horrendos,
sin soborno ni miedo,
sin prejuicios arcaicos.
Dagmar tenía dieciséis años.
Caminaba mirando hacia adentro,
concibiendo libertades,
despertando letargos.
Las pisadas detrás suyo
se hicieron tropel atolondrado.
Una, dos, mil balas
se le hundieron por la espalda.
Por la espalda. Sí.
Como sabían hacerlo
con sus caras de santos,
por la espalda. No hay otro modo
de matar a una niña
sin morirse allí mismo,
perforado de espanto.

30-1-85 miércoles

No hay comentarios:

Publicar un comentario