El
juego. Es un juego
toda mi
vida.
Cada
vida.
En un
instante, una mañana
se
arroja el tejo
y
recomienza.
UNO.
Voy a
pisar con pie derecho
por
esos sortilegios
en los
que no creemos,
pero
cuidamos de no romper
(no
pases debajo de una escalera,
no
entregues la sal en el aire,
no
rompas un espejo)
Mi
salto, siempre con euforia,
abunda
la dopamina
en mis
neuronas.
DOS.
Vamos bien
si no
piso el diagrama
y me
mantengo callada
en los
cuadros del infierno.
Ritos
del pasaje
son
cumplidos.
Soy
feliz, lo digo,
lo escribo,
me rio.
Insomnio
del bueno.
Me digo
que no importa
el
cómo,
sino
cómo
florece
la trama entre nosotros
entre
vos y el arte,
entre
yo el deseo.
Saltando,
llegar al cielo.
Pero,
me pueden los celos.
Vuelvo
tres casilleros
atrás.
No hay
linealidad
en lo
que hace
mi
tejo
de
rayuela.
Tan
lejos el cielo
autoimpuesta
quimera.
Siempre
vuelvo a jugar,
moretones,
raspones
brotando
en las rodillas,
amor -
dolor violeta.
Nunca
mis pies descalzos
pudieron
estar quietos.
Me
agregas dificultad:
ahora
salto
con ojos
vendados.
Puedo
caer
en
casilla CUATRO
o pisar
las líneas de lo insano,
lo que
no das,
lo que
no es.
La
fantasía
que se
diluye
en
brusca caída
de
serotonina.
Pierdo.
Pisé las rayas
o se
fue el tejo
lateralmente,
no sé
por qué
pierdo.
Pero
siempre vuelvo
a
jugar.
CINCO.
SEIS.
Laberintos,
espirales
de
anagramas
bajo
soles de invierno.
Vuelve
SEIS casilleros
atrás...
me
lastimo y aún juego.
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