Inequívoca
sucesión de sonidos
despegando
mis pastillas de cuarzo.
Después de un solo
intempestivo
se arquearon
los dedos de mis pies
descalzos.
Señal que parte del punteo
de tus dedos
y se hace eléctrico
overdrive
en carne brava.
Tus cuerdas de metal
ya no lanzan
trémolos, ni gritos;
se transforman
en roces
que rasguñan y trepan,
en rodantes fluidos
que me surcan y queman.
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