Los
tintes acerados
del
invierno
son
hermanos
de
la foria y el destiempo.
Se
cuela desde la calle
una
superposición de ruidos
que
no lograrán tapar
el
agudo tac
del
segundero
de
las ausencias
rampantes.
Levanto
mi escudo,
heráldica
de calor y arco iris
y
me siento cerca
del
Negro y la Tweety ,
esmerilando
superficies
de entrega
con
la Colada.
Sonrío.
Ni ellos
ni
yo sabemos
otro
modo…
Hay
un punto, del vital oximoron
en
que no hay pitada,
ni
rezo, ni alcohol
que
te saque el frío
de
la madrugada.
La
calle es un lienzo
de
Lautrec
y
al lado de mi mesa
se
orina John Fante.
El
tambien cree
que
soy tan fuerte
que
nunca ve
las
góticas heridas
en
mis muslos,
ni
pregunta
si
el dolor es constante.
Y
otra vez,
los
tintes grises y cobres
del
infierno del bar
donde
me ves …
sin
enterarte,
conocen
la hiperestesia
de
mis rosadas superficies
que
tocás
sin
imprimarte.
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