“Sé mi putita de animé”
susurró de perfil
sobre mi pelo.
Los gemidos que le di
encajaban en el hueco
vintage de su sombrero.
A solas con sus manos
confundí las sombras
con pájaros naciendo.
El se sintió pletórico
al notar
que mi tinta
fluía terciopelo.
El rojo profundo
sólo pervive
alimentándose cada hora
glotón y obsceno.
Hasta el párvulo mejor
se muere
en ausencia
del olor tibio de los pechos.
No seguiré tejiendo
sus vendajes
con hilos arrancados de epitelios.
Pude dar y confundirme
fantasmas con polluelos.
Pude y puedo dar.
Es lo mejor que tengo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario