domingo, 9 de junio de 2013

Tenía una razón (Set 2012)

Tenia una razón
y aprendido un enunciado
que le iba a espetar
en el instante debido.
Meses de velado desafío
tras la tranquilizadora distancia
del cristal líquido.
Le juré al Sombrerero
que yo sabía conducir el juego
y a la adusta Coneja
que arqueando sus cejas
sentenció: “Nena,
si probás, te envenena…”
Llegué a pensar
que él nunca caminaría
desde la pantalla
al jardin de las lavandas lilas.
Tenía una razón
y fumaba tranquila
sus bucles en narguille,
sus voltios en sonrisa;
y el día señalado
en un renglón del cuaderno
para que con un dedo
rozara el dorso de mis manos,
quemó el hilo enunciativo
de las plácidas letras
del preconcebido relato.
Y al tocarme sus manos
fue todo flash y labios,
y también yemas de los dedos
cortándose en el doble filo
de su vástago.
Tenía una razón
decapitada y derretida
en un solo segundo
de su tacto.




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